lunes, 15 de julio de 2019

UN SEGURO DE AMOR


Amadio estaba profundamente enamorado de la que para él era la mujer más hermosa en todos los sentidos. De ese amor, que decían los de antes, para toda la vida. Pero un día, cosas del destino, un accidente fatal se llevó a su compañera. Y él se quedó con todo ese amor guardado. Pensó, y con razón, que un día se podía terminar y decidió atesorarlo y, si era posible, duplicarlo, triplicarlo o más. Y loco como estaba, busco por ahí, preguntó y preguntó hasta que encontró lo  que cuando se busca se encuentra: Un banco del amor. 
Había de todas clases de amor: de enamoramiento entre un hombre y una mujer, de entre hombres y de entre mujeres y de otros tipos de amor como los de padres a hijos , de hijos a padres, de hermanos, de abuelos, de tíos, de amigos y algún que otro extraño amor. Este banco había sido creado por uno de esos tipos visionarios y ambiciosos. Esos que ven, a partir de analizar indicios, señales del presente que te muestran lo que va a pasar en el futuro. Este visionario compraba todas estas clases de amor. Después los vendía en cómodas cuotas y las personas disfrutaban felices de la vida. Al principio pedía garantías como alguna prueba contundente de que ese amor se mantendría con el tiempo y que  gracias al cuidado diario se iba a ir acrecentando de modo de que se pudieran pagar sus cuotas  (por ejemplo la firma en un matrimonio y mucho diálogo en el caso de las parejas;  en el caso de los otros tipos de amor, visitas y encuentros periódicos). Cada mes recibía todas las cuotas que eran pócimas de amor. Este hombre se enriquecía de manera increíble, tanto que decidió compartir esta reserva vendiendo bonos a quienes quisieran enriquecerse como él, con el retorno de las cuotas.  
Pero Amadio que no quería perder todo el amor que vaya a saber en qué parte de su cabeza se había quedado encerrado, no confiaba en que esos bonos fueran duraderos porque en una recorrida vio las separaciones más rápidas que se habían visto en la historia. También observó que, por ilusiones materiales, lujuriosas, placenteras con los más variados atractivos que le daban las nuevas tecnologías la gente descuidaba el verdadero amor. Él no quería perder ese sentimiento del amor entre un hombre y una mujer, era el que más le había gustado en la vida y tuvo el presentimiento de que ese se estaba llegando a su fin.
Por esta razón llegó al banco, y le pidió al gran banquero que creara un seguro para el amor entre un hombre y una mujer. Entonces, cuando esos bonos perdieran el valor por falta de pago de quienes los habían comprado, él tendría un seguro para recuperarlos. Convencido el avaricioso banquero de que eso nunca iba a pasar, aceptó el trato, porque era uno de los grandes poderosos que tienen todo fríamente calculado en el mundo (es más, el mundo es de ellos). 
Es que Amadio tenía muchísimo amor guardado, se imaginan, el de él era para a toda la vida. Esto fue lo que el avaro banquero vio para decidirse a hacer el contrato del seguro y quedarse con ese precioso tesoro. Tenía que redactarlo, porque hasta ese día nunca nadie había buscado asegurar esos bonos de amor, siempre se habían pagado las cuotas, pensó.  Ese día, un 16 de abril, se creó el seguro del amor entre un hombre y una mujer, pero también se crearon otros bonos para asegurar el resto de los tipos de amor. Y Amadio compró casi todas las acciones de estos seguros y las fraccionó en permutas. Es decir cuando un bono perdiera su valor por falta de pago, Amadio iba a estar ahí, en ese banco para recuperarlo.
Y el mundo fue cambiando. Lo que el banquero pensó que nunca iba a pasar empezó a hacerse realidad. La gente tenía  dificultades para terminar de pagar esas pócimas. Y las primeras cuotas que no llegaban o se demoraban mucho eran las del amor de pareja. Aunque las otras también estaban a la baja. Entonces los bonos que habían comprado los inversores del amor empezaron a devaluarse. Si no pagaban las cuotas no había retornos de amor. Algunas parejas entre hombre y mujer cuando iban pagando la mitad de las cuotas se separaban. A muchos hombres les asustó el empoderamiento de la mujer, su carácter y su independencia; y a muchas mujeres les agotó el machismo recalcitrante de los hombres, entre otras cosas que no se pueden narrar, cuestión que decidieron quedarse solos y como se terminó el amor, no pudieron seguir pagando las cuotas. También otros que se dieron cuenta de que estaban enamorados o atraídos pero por los de su mismo sexo. O sea que cambiaron de tipo de amor. Desgraciadamente otros tipos de amor como el de hijos a padres y abuelos también fueron descuidados y entraron en déficit.
Cuando los bonos de amor de pareja se estaban devaluando de un modo desesperante, los inversores del amor decidieron comprarle a Amadio sus bonos del seguro. Y era tal el desastre que por cada bono del seguro la gente entregaba hasta diez bonos del amor de pareja, cinco bonos del amor de  hijos a padres (el único que demoró en devaluarse era el amor de la madre al hijo, pero como cada vez menos mujeres querían tener hijos, también entró en picada) . Y Amadio empezó a aumentar su precio, cada vez más, cada vez más…
Amadio se quedó con todo el amor de ese banco y el banco quebró. 
Pero lamentablemente con la quiebra del banco se empezó a ver hombres y mujeres deambulando solitarios, niños que quisieron venir al mundo pero no encontraron amor de madre ni de padre para recibirlos, abuelos sin visita de nietos e hijos en los asilos o amigos hipócritas ( o sea: no son amigos). 
Una verdadera y nunca vista crisis en el planeta. Apareció el peor de los virus, la violencia con todas sus cepas (tantos y tantos tipos de virus de violencia) que se produce cuando en el cuerpo no queda ni un poquitito de sentimiento de amor que haga de antídoto. 
Un día llegaron a su casa muchos que se decían amigos pero estaban infectados de violencia. Le pidieron el antídoto, ese amor guardado que recuperó con el seguro y él, en vez de entregarlo de inmediato, quiso poner condiciones. Enojados al límite con Amadio, los irascibles amigos decidieron matarlo para, por la fuerza llevarse ese amor y empezar a ser un poquito felices. Pero cometieron un error, porque el amor no se gana por la fuerza, debe ser por entrega voluntaria.